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Extracto de conversación con Magdalena Atria, artista y curadora chilena.

Por Helena Larraín

 

En un museo  tienes condiciones de aislación y concentración que te permite un encuentro más profundo en el sentido de que la atención está concentrada en la obra. En el espacio público cambia la relación por lo tanto las obras también son distintas. Las obras que uno como artista pone en un museo  o en una galería y las obras que pone en el espacio público. Cada obra tiene implícito un tipo de relación con ese espectador. Yo creo que como son experiencias distintas el tipo de obras también tiene que ser distinta.

 

Ese es uno de los problemas que tengo con las obras que se pusieron en la estación la Moneda, que intenta reproducir el espacio del museo pero fracasa porque finalmente no es un museo, igual tienes el tren pasando por atrás, queda una cosa como híbrida y ese tipo de obras que son pinturas muy conservadoras exige un tiempo de atención que a mi me parece que no encaja con la dinámica del metro. Es un tipo de obra que está muy desalineada con lo que están haciendo los artistas chilenos actualmente. Hay que pensar que una obra en el espacio público, quizás aun más que la obra del museo, tiene una responsabilidad educativa. Cómo se está educando a ese público en la medida en que se puede hacer en ese espacio. Poner esas obras tan retrógradas desperdicia una oportunidad de educar a un público en una visualidad que esté más de acuerdo con lo que están haciendo los artistas hoy y con lo que es la vida cotidiana de ese público.

 

La enseñanza a los usuarios es una educación visual. Oponer estas nuevas estaciones de metro con las primeras que se hicieron en los 70 con los murales de mosaico. ¿Es eso arte o no? En la estación entera el espacio se transforma  que está pensado visualmente de una forma que igual saca al transeúnte de la fealdad que está viendo de afuera, le ofrece una experiencia visual diferente que además le da una identidad a cada estación. No necesariamente hay que entender el arte cuando está en el metro como la obra acotada, enmarcada, con su descripción, la firma del artista. Es más coherente para ese tipo de espacio una relación de la obra que tenga más que ver con el espacio, no con obras aisladas sino que parte desde el espacio por lo tanto uno lo percibe desde el momento en que te estás desplazando y no tienes que pararte a mirar, que es una experiencia que es contraria al espíritu del metro. Este tipo de intervenciones espacialmente idealmente creo yo que las tendrían que hacer artistas y no arquitectos o diseñadores, artistas que pudieran enfocar el problema de la estación como un espacio y como una propuesta visual global

 

En el espacio público se deberían hacer obras que tengan que ver principalmente con resolver espacialmente y visualmente el espacio de maneras que ojalá sean propositivas que generen un tipo de situación visual interesante para el transeúnte, sin meterse tanto en temas de gran contenido. Los caballos de Matías Pinto sobre la escalera tienen un juego con el espacio. Si sacaras eso de ahí y lo pusieras ene una galería perdería todo su sentido. En cambio el cuadro con los rostros de Lorca lo pones en una galería y sigue tal cual. La obra tiene que tener una relación con el espacio y con la circulación. Para subir no necesitas quedarte mirando el caballo, te acompaña mientras subes para que tu subida sea menos cansadora y te queda clarísimo como son. No se necesita la ambición de esos retratos.

 

Debería cambiarse también un paradigma de que la obra tiene que ser espectacular. La intervención en una estación puede ser algo súper sutil, algo que aparece cada cierto trecho quizás, o que no toda la gente va a repararen eso. No siempre hay que tener esa apuesta por lo monumental, grandioso sino pensar en distintas escalas de intervención. A Chile le falta una visión que por un lado reconozca la relevancia que el arte pueda tener es esos contextos como un tema de calidad de vida de la ciudad y de los transeúntes y una mirada un poco más abierta. Los artistas tienen muchas más ideas y propuestas que el resto, habría que escucharlos más. Siempre las bases además limitan a un tipo de obra, que casi siempre son una pintura o escultura (mural o monumento), si alguien quiere hacer una intervención lumínica o trabajo con sonido y video queda afuera. Es muy importante que los organismos que están a cargo de dirigir esas políticas tengan una asesoría de artistas que está al día y que saben cómo los artistas pueden enriquecer un espacio si tu les sacas todos estos marcos que son tan restrictivos. Y que también se puede lograr sin tantos recursos, los artistas chilenos una de las cualidades que tienen es que están acostumbrados a trabajar con nada. Se podría abrir un espacio a intervenciones que sean mucho más baratas y no tan monumentales pero que igualmente transforman el espacio de una manera quizás más amigable.

 

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